El objetivo de la reestructuración no es mantener entidades no viables, sino asegurar la competitividad, solvencia, rentabilidad y eficiencia de las que prevalezcan.
La economía española se enfrenta a una situación muy comprometida y a unos retos determinantes para su futuro. La intensa fase expansiva registrada entre mediados de los 90 y finales de la última década se vio bruscamente interrumpida al encajar, sucesivamente, los efectos de unos desequilibrios -diferencial de precios y costes, pérdida de competitividad, excesivo endeudamiento del sector privado, abultado déficit por cuenta corriente, dependencia de la financiación exterior, burbuja inmobiliaria, etc.-, la crisis financiera internacional y, más recientemente, la crisis de la deuda soberana en la zona del euro.