En el otoño de 2019 nuestras entidades vieron cómo se alejaba en el horizonte la ansiada normalización monetaria, al tiempo que encaraban una coyuntura económica menos favorable con una clara tendencia a la baja. La decisión adoptada entonces por el BCE dejaba claro que los tipos de interés muy bajos e incluso negativos iban a perdurar varios años más, por lo que convenía adaptarse a la nueva situación lo antes posible. Aunque es difícil lograr rentabilidades razonables con la curva de tipos actual, nuestros bancos han conseguido mejorar su rentabilidad en los últimos años en este desfavorable contexto y pueden seguir haciéndolo. Pero, sin duda, la rentabilidad va a seguir siendo el gran desafío en los próximos años.
Menos actividad y tipos ultra bajos complican aún más la búsqueda de rentabilidad, al tiempo que el sector debe lidiar con los desafíos planteados en los últimos años que aún siguen abiertos. Por un lado, la adaptación regulatoria, un proceso que está llegando a su fin, pero que todavía mantiene varios frentes activos (Basilea IV, capital de resolución, etc.). Por otro, el proceso de digitalización, con sus cuantiosas inversiones y los nuevos riegos que trae aparejados, como la ciberseguridad y la apertura de la actividad bancaria a los nuevos competidores tecnológicos, en particular las BigTech. Además, las entidades deben continuar el saneamiento de los balances y el reforzamiento de sus bases de capital.
A todo ello se suma un proyecto en el que los bancos llevan varios años trabajando, pero que el pasado año despegó con una fuerza y visibilidad inusitadas: la contribución del sistema financiero a la lucha contra el cambio climático, que es la pieza clave en la transición hacia una economía más justa y sostenible. Es un proceso de toma de conciencia creciente en todo el mundo que va a cambiar muchos aspectos de nuestra forma de producir y consumir. Nuestras entidades se posicionaron muy pronto a favor de las finanzas responsables, un campo que ha comenzado a ser regulado y cuyo desarrollo va a suponer para el sector una enorme carga de trabajo y la aplicación de cuantiosos recursos financieros. En este terreno, sería preciso que las autoridades despejasen cuanto antes las grandes incertidumbres que están impidiendo al sector avanzar con seguridad.
En la AEB queremos apoyar a nuestros asociados en esta nueva área de trabajo. Por un lado, estamos muy atentos a las reglas que van a ordenar esta actividad, como la taxonomía en la que trabaja la Comisión Europea para definir qué es verde y qué no le es. Además, hemos creado FinResp, como un agente facilitador de la transformación de las empresas, y en particular de las pymes, mediante fórmulas financieras innovadoras. Es la primera vez que el sistema financiero español al completo, a través de sus organizaciones empresariales, promueve un proyecto de esta naturaleza. Como FinResp y también como AEB estuvimos presentes en la Cumbre por el Clima que se celebró en Madrid en diciembre de 2019. Ahora nos toca desarrollar el compromiso firmado en el marco de la COP25 para alinear el balance de los bancos firmantes con los Acuerdos de Paris.
Este posicionamiento temprano no oculta que los avances en este terreno son difíciles y costosos, especialmente en el entorno actual de baja rentabilidad y elevada litigiosidad. Los mercados, aunque aplauden estas iniciativas, no discriminan aún en precio ni por productos ni por entidades. Esto es, no hay un reflejo en menores costes de financiación o mejor comportamiento de la acción para las entidades que asumen los mayores costes que supone cumplir con los principios de sostenibilidad. Eso sí, el mercado será inmisericorde con las empresas que no asuman esa transformación. De momento, es un mundo de asimetrías y castigos, pero no de incentivos.
El ejercicio de 2019 se cerró con un contexto internacional muy inestable y con la economía en franca desaceleración a escala global. Y entramos en 2020, sin prestar mucha atención a la enfermedad que estaba asolando la ciudad china de Wuhan. A principios de año, pocos podían prever que aquello iba convertirse en una pandemia mundial provocando la crisis sanitaria más grave del último siglo. En esta crisis, ha destacado el encomiable papel que han jugado los bancos de la AEB para ayudar a los ciudadanos a sobrellevar este lance, gracias a que se encontraban en una buena situación financiera para abordar este inesperado y exigente esfuerzo. Por un lado, su buena posición de liquidez y de capital y, por otro, unos canales digitales eficaces y actualizados, que han permitido ofrecer a los clientes servicios on line durante el periodo de confinamiento de una forma intachable. Sabemos que esto no ha acabado y que el sector bancario español será imprescindible para relanzar la economía lo antes posible y evitar así su caída en una prolongada recesión. Nuestros bancos quieren y pueden hacerlo, pero necesitan trabajar en un proyecto común con el sector público y el resto de agentes económicos.
José María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca