José María Roldán (Teruel, 1964) es presidente de la Asociación Española de Banca (AEB) y vicepresidente de la Federación Bancaria Europea (FBE). Tomó las riendas de la patronal de los bancos en 2014 y desde entonces ha trabajado, entre otros, en intentar mejorar la reputación de un sector que conoce a fondo.
Roldán procede del Banco de España, donde fue director general de Regulación Bancaria y Estabilidad Financiera. También ha formado parte del Comité de Basilea de Supervisión Bancaria y ha trabajado en otros organismos europeos financieros. Es un gran defensor del proyecto de Unión Bancaria y cuando falta un año para que termine su mandato, reconoce que para los bancos españoles, sería bueno fusionar AEB y CECA.
La banca arrastra un problema reputacional que es herencia, en buena medida, de la última crisis. Con la Covid-19 ha mejorado la reputación del sector, pero noticias como el expediente de la CNMC a algunos bancos vuelven a dañar esa imagen. ¿Les preocupa este asunto?
Claro que nos preocupa y mucho. Los bancos han hecho un gran esfuerzo en estos últimos años en mejorar su percepción pública que, como usted bien dice, salió muy dañada en la última crisis, como no podía ser de otra manera: cuando la sociedad tiene que pagar los platos rotos de los malos gestores, la imagen de ese sector no puede salir bien parada y, como sucede siempre, pagan justos por pecadores.
En el caso español, la crisis de las cajas (o, mejor dicho, de algunas cajas) fue, junto con una crisis del euro brutal, el desencadenante del desencanto. Y a pesar de que ninguna de las entidades o de los gestores que contribuyeron a esa crisis han continuado en activo, a aquellos que evitaron la crisis y los bancos y cajas (ahora ya todas ellas bancos) que sobrevivieron a la misma por sus propios medios tienen que pagar, no sin cierta injusticia, ese coste reputacional.
¿Qué ha hecho la banca para mejorar su imagen?
Los bancos han dirigido sus esfuerzos a mejorar tres áreas clave: la solvencia, para evitar que se repitan otras crisis financieras parecidas, la gobernanza y la relación con los clientes. Como verá no se trata de un lavado de imagen, sino que se han atacado cuestiones de fondo, para lo que se han empleado muchos recursos humanos y económicos y está llevando mucho tiempo hacerlo. Este proceso se ha traducido ya en avances claros, sin embargo, repentinamente sucede algo y se dan pasos atrás perdiendo parte lo andado.
Estas piedras en el camino resultan desalentadoras porque da la impresión de que una parte de la sociedad, incluso a veces las instituciones, no son conscientes de estos esfuerzos y da la impresión de que, contra los bancos, todo vale.. A nadie beneficia un sector bancario débil y con mala imagen: la economía y la sociedad española necesitan bancos sanos y fuertes que desempeñen bien su papel -un papel tan importante- de financiar a empresas y familias.
Y, claro está, las primeras que deben tenerlo claro son las propias entidades, por lo que si alguna actúa de forma incorrecta debe caer sobre ella, por el bien del conjunto del sector, todo el peso de la ley. Somos los primeros interesados en ello, pues cuando no se han deslindado claramente responsabilidades, los bancos de la AEB han salido notoriamente perjudicados.
Pero en el caso concreto del expediente abierto por la CNMC, usted parece se ha mostrado muy crítico con esta actuación.
En una intervención pública, comenté que, debido a mi experiencia profesional en instituciones parecidas -me refiero a la CNMV- siempre me he sentido molesto con la idea de hacer públicos los expedientes sancionadores en su apertura, cuando aún no se han resuelto, pues sin duda se perjudica la reputación del expedientado, incluso la del sector al que pertenece, que luego resulta muy difícil de reparar, aunque el expediente se resuelva sin sanciones.
Es un debate que me parece interesante abrir y entiendo que pueda haber argumentos en contra, pero estos que esgrimo creo modestamente que tienen mucho peso a la luz de lo que comentaba antes: cuesta mucho mejorar la reputación y muy poco perderla. En cualquier caso, no me parece que la crítica sea desmedida: es más un debate casi teórico, diría yo.
¿Y es cierto que los bancos han mejorado su reputación en esta última crisis?
Sí, sin duda. Por suerte, esta crisis ha encontrado a los bancos en una situación de fortaleza -ganada con mucho esfuerzo en los últimos años- que les ha permitido ayudar a sus clientes con enorme eficacia y rapidez.
Fíjese la diferencia entre tener que pedir 100.000 millones de euros a Europa para salvar a la mitad del sector bancario español, a conseguir sin problemas 100.000 millones que los bancos han podido en esta ocasión prestar a las empresas -más de 700.000- para salvarla muchas de ellas del cierre tras la paralización de la actividad decretada para hacer frente a la pandemia. Y los bancos han hecho muchas cosas: moratorias en las hipotecas y préstamos al consumo, facilidades para la percepción del paro, ERTE y otras ayudas públicas…
En este difícil trance de la Covid-19, nuestros bancos han demostrado que tienen plantillas muy profesionales, estructuras tecnológicas muy avanzadas y el compromiso de estar junto a sus clientes en las duras y en las maduras. Estamos muy orgullosos de cómo ha respondido el sector en esos momentos tan difíciles y muchos sectores sociales -incluso desde el Gobierno- han reconocido este trabajo bien hecho.
El debate abierto por el Gobierno sobre los sueldos de algunos banqueros, ¿es otro varapalo para su trabajo por mejorar la imagen?
Es un debate antiguo y, por supuesto que legítimo, que exige por nuestra parte de una mayor explicación. En primer lugar, quiero decir que no hay sector que tenga un sistema de remuneraciones más regulado que la banca. A raíz de la crisis anterior, las autoridades sometieron a todo tipo de limitaciones los bonus de los banqueros porque entendieron que en algunos casos habían actuado como un incentivo perverso en la gestión de riesgos.
Además, se las sometió a un régimen de máxima transparencia: son los accionistas en sus juntas los que deciden los emolumentos de la alta dirección de su banco. Y le aseguró que estos asuntos son debatidos a fondo en las juntas, donde a menudo se manifiestan posiciones divergentes y contrarias. En cuanto al aspecto cuantitativo, nuestras entidades están alineadas con las grandes empresas del IBEX-35 y de la banca europea y están muy por debajo de los grandes bancos americanos. Incluso en los últimos años se ha observado una tendencia clara a la baja, por no decir que durante la pandemia nuestros banqueros han rebajado o renunciado a sus bonus.
En la última crisis, el sector financiero perdió unos 18.000 empleos y con la pandemia va camino de sufrir una reducción en términos similares. ¿Serán necesarios nuevos ajustes?
Hablar de cifras es muy difícil, pero lo cierto es que hay un proceso de ajuste de la capacidad instalada en marcha muy relevante y de todos conocido. Si este proceso continuará o no, depende de cómo evolucione la rentabilidad del sector y esta variable está influida por muchos factores: el nivel de los tipos de interés, la intensidad del cambio tecnológico y de adaptación al proceso de sostenibilidad de la economía, la competencia de los grandes operadores tecnológicos, y la propia evolución de la economía mundial y española.
Son muchos factores que dependen de variables y decisiones de los gobiernos y de los agentes privados. Como verá, hacer predicciones es casi imposible, como la propia pandemia nos ha demostrado. ¿Quién era capaz de vaticinar a finales de 2019 lo que iba a ocurrir unos meses después?
Al abordar la política de bajos tipos de interés del BCE, la banca suele poner el foco en el daño a la rentabilidad. Sin embargo, el Banco de España suele recordar que la política de tipos bajos de interés está ayudando también a sostener la economía y por tanto reduce la morosidad, ¿Comparte esta idea?
La política monetaria ultralaxa que el BCE lleva practicando desde hace años tiene un objetivo claro que es estimular la economía real, aunque ello haya ido en detrimento del sector financiero. La transferencia de rentas desde el sistema financiero a la llamada economía real ha sido colosal y no sé si esto se puede comparar con los supuestos beneficios indirectos que ha tenido para el sector bancario este tipo de políticas.
Para un sector bancario como el español, muy comercial, muy enfocado en obtener depósitos y prestarlos a familias y empresas, es evidente que esa política monetaria comprime los márgenes y presiona la rentabilidad. Este tipo de negocio, centrado en la transformación de plazos, carece de valor en un entorno de tipos negativos y ahora es preciso reinventarlo. La banca comercial ha sido, sin duda, la gran perdedora de la crisis financiera internacional. Y ello a pesar de que se trataba de la banca socialmente útil, no especulativa, aquella que financia la economía real y que no fue responsable de la crisis.
Y, sin embargo, la banca en la sombra, que estuvo en el origen de aquella devastadora crisis, no deja de crecer de forma incontrolada y cada vez se hace más compleja e interconectada a la vista de todos sin que nadie haga nada, salvo señalar su preocupación de vez en cuando.
Respecto a los tipos de interés bajos o negativos, lo que ahora toca preguntarse es sin son eficaces y cuánto tiempo más deben perdurar. En esa pregunta estábamos cuando estalló la crisis de la Covid-19 y hemos dejado de hacérnosla por un tiempo. Todo el mundo reconoce que, cuanto más tiempo transcurre bajo ese régimen, más evidentes resultan sus efectos negativos, como la aparición de burbujas en los mercados de activos reales o financieros.
¿Es una buena noticia que los signos de inflación empiecen a abrir el debate de cuándo tendrá que estudiar el BCE el inicio de la retirada de estímulos, como paso previo a comenzar a subir tipos?
Aunque el mensaje oficial es que la situación en la zona del euro es muy distinta de la de los E.E.U.U. por lo que respecta a la inflación (algo probablemente cierto), lo cierto es que esos signos incipientes de inflación han abierto, efectivamente, el debate de cuándo los bancos centrales comenzarán a retirar los estímulos y cuándo procederán a subir los tipos. En Estados Unidos ya se ha empezado a recorrer ese camino, pero da la impresión de que es un poco pronto para la economía europea, que aún muestra signos de debilidad.
Indudablemente, tarde o temprano habrá que quitarle las muletas a la economía y tendremos que estar preparados para cuando ese momento llegue. Para España, es muy importante que empecemos a preparar un programa de ajuste fiscal, no para ahora mismo, pero sí en el medio plazo.
Es necesario corregir, a buen ritmo y mandando las señales adecuadas al mercado, el nivel de deuda pública alcanzado durante esta crisis. Debemos mantener la confianza de los mercados, pero también el margen de seguridad, el colchón de flexibilidad, que teníamos antes de la crisis de la COVID. No podemos ignorar que últimamente las crisis de una vez cada cien años tienden a ocurrir cada 10 años.
También de la última crisis, quedó otra herencia, en este caso positiva. Me refiero a la Unión Bancaria. Sin embargo, sigue estando incompleta, ¿Qué consecuencias tiene esto para el sector financiero europeo y para la ciudadanía?
Tiene consecuencias muy graves, sin duda. La Unión Bancaria fue el mejor proyecto que surgió en respuesta a la crisis anterior. La Unión Bancaria fue un paso real, decisivo, para retomar la integración europea, que había quedado muy maltrecha en la crisis anterior, donde se produjo un intenso proceso de renacionalización de las economías y los sistemas financieros, cuyo más claro exponente fue la crisis del euro, que afectó a los mercados de deuda pública del sur de Europa (además de a Irlanda).
Sólo me cabe decir que hay que perfeccionar y concluir ese proceso salvando las barreras de índole política que lo están obstruyendo. La Unión Bancaria es, hoy por hoy, la mejor garantía para la supervivencia de la Unión Europea que se ve amenazada por adversarios de muy distinta índole, intereses, e ideologías, tanto interiores como exteriores. Ante esas amenazas de regresión, no cabe quedarse quietos, no hay más alternativa que dar pasos adelante y la Unión Bancaria, junto con la Unión de Mercados de Capitales (CMU), es el más importante de ellos.
Para los ciudadanos, la Unión Bancaria también reviste una extraordinaria relevancia. Ofrecerá al consumidor la posibilidad de acceder a los mismos servicios y productos financieros, con independencia de su país de procedencia, además de igual seguridad para sus depósitos. Todo ello dará un enorme impulso a la competencia, estimulará el crecimiento económico y, sobre todo, dejará claras las ventajas y privilegios que tiene ser ciudadano europeo. Contar con el beneplácito y el refrendo de los ciudadanos es muy necesario para consolidar la Unión Europea.
Pese a que la Covid provocó en 2020 una caída histórica del PIB, la morosidad ha evolucionado mejor que en la última crisis. ¿Qué espera para el segundo semestre? ¿Habrá nuevas provisiones como consecuencia de la pandemia?
Los bancos, en su conjunto, hicieron en 2020 las provisiones suficientes para atender la morosidad esperada en esta crisis. No se puede descartar que haya necesidades puntuales de reforzamiento de las provisiones, pero en general en los bancos existe la impresión de que, aunque repunte algo la morosidad, se podrá gestionar sin problemas. No va a haber un tsunami de morosidad, como podríamos temernos al inicio de la crisis.
¿Qué papel debe jugar la banca en el reparto de los fondos europeos?
Los bancos pueden desempeñar un papel clave, como intermediario, en la distribución de los fondos europeos. A nadie se le escapa que el gran problema de ayudas de tanta cuantía está en la ejecución de las mismas. Incluso en épocas normales, España tiene dificultades con los fondos europeos que en algunas ocasiones se quedan sin aplicación. Tenemos que evitar que eso ocurra con los fondos del programa Next Generation y a tal fin los bancos pueden resultar un instrumento de extrema utilidad.
Los bancos ya demostraron en el programa de créditos avalados por el ICO, puesto en marcha durante el confinamiento, que pueden ser unos colaboradores excelentes del sector público, con el que ha trabajado estos estos meses en perfecta sintonía. Demostraron, además, su capacidad para hacer llegar la financiación allí donde más se necesitaba, gracias a la capilaridad de sus redes y a que conocen muy bien a sus clientes. Si algo saben hacer las entidades bancarias, es valorar proyectos y analizar el riesgo, y también pueden movilizar financiación adicional o puente para desarrollar todo el potencial de estas ayudas, que representan una ocasión única para modernizar nuestra economía y hacerla más productiva e inclusiva.
Por si estas no fueran razones suficientes, los bancos llevan años desarrollando su actividad en torno a dos ejes estratégicos -la digitalización y la sostenibilidad de la economía- y son precisamente estos dos ejes los elegidos por el programa Next Generation para impulsar la economía europea. En fin, los bancos se ofrecen a colaborar en la canalización de las ayudas europeas y ponen sus medios y capacidades al servicio de este proyecto.
¿Existe alguna iniciativa sectorial, a nivel europeo, para que el sector financiero tenga un papel activo en este reparto?
Cada país tiene sus propios desafíos y condicionantes. No en todos los países las PYMEs tienen el mismo peso en la actividad económica y en la creación de empleo. Y los recursos que países como Alemania tienen asignados son muy inferiores a los destinados a España. Todo esto explica que, más allá de alguna iniciativa concreta, como la European Payments Initiative, no haya iniciativas paneuropeas para el sector bancario.
Y la transición ecológica, ¿Está preparado el sector para dejar de financiar actividades contaminantes y apostar de forma decidida por proyectos verdes?
El sector está preparado para acompañar a sus clientes -grandes, pequeñas y medianas empresas- en ese proceso, que debe hacerse de forma ordenada y con reglas claras. Esto es ahora lo que más nos preocupa.
Se ha producido una avalancha de iniciativas, reglas, índices, acuerdos… en fin, un maremágnum que nos está impidiendo progresar y saber qué tenemos que hacer. Y ello a pesar de la clara voluntad del sector en avanzar en este gran proyecto de hacer la economía más sostenible e inclusiva, lo que se conoce como finanzas responsables, porque responde a los tres criterios ESG, esto es, que tiene en cuenta el efecto que, como empresa, tiene su actividad sobre el medioambiente y sobre el entorno social y que su gobernanza atiende a criterios de diversidad, inclusión y transparencia, entre otros.
Este compromiso del sector va más allá de las palabras, como quedó de manifiesto en la COP25, celebrada en Madrid. En esta cumbre sobre el cambio climático, que reunió a representantes de alto nivel de 197 países, los bancos españoles adquirieron el compromiso conjunto de proceder en un plazo determinado a reducir la huella de carbono en sus carteras de crédito, de una forma susceptible de ser medida con criterios homologados internacionalmente y en línea con los objetivos del Acuerdo de París. De esta forma, nuestras entidades se alinearon con el Compromiso Colectivo de Acción Climática impulsado por UNEP FI.
La banca está inmersa en un proceso de fusiones, pero sigue teniendo dos asociaciones. ¿Sería lógico fusionar la AEB y la CECA?
En mi opinión, sería positivo para el sector contar con una única asociación que representase a todo el sector, lo que le daría más capacidad de hacer llegar su voz tanto en España como en el contexto internacional. Y la verdad es que no veo razones de fondo para que esto no sea así, ahora que todas las entidades -los bancos privados y las antiguas cajas- comparten, como bancos que son, la misma naturaleza jurídica y modelo de negocio (el de la banca comercial).
En su día, la AEB modificó sus estatutos para facilitar la integración de ambas asociaciones que, sin duda, algún día no muy lejano se hará realidad. Mientras tanto, AEB y CECA mantenemos una relación inmejorable y colaboramos en numerosos proyectos conjuntos. Son muy buenas bases para que esta integración se produzca sin problemas.
Usted nació en Teruel, con lo que entiendo que comprende bien la complejidad del futuro de la España vaciada. Pero a su vez, representa a un sector que está cerrando cajeros en zonas rurales por problemas de rentabilidad. ¿Cómo debe afrontar España el reto de la cohesión territorial y la despoblación?
Sí, nací en Teruel y conozco bien el drama de la España interior que se ha ido despoblando desde hace años hasta llegar a una situación insostenible y muy injusta para los habitantes de estas zonas, que carecen de los servicios más básicos. Faltan escuelas, médicos, farmacias, centros de salud, y, sobre todo, medios de transporte públicos, entre otros. Teruel no dispone ni de tren directo desde Madrid ni siquiera de un autobús directo sin paradas: créame, no es ya injusto, sino injustificable en pleno siglo XXI.
Y a esto añadimos ahora el cierre de muchas oficinas bancarias, a causa de la crisis de las cajas que atendían de forma preferente las zonas rurales. Estamos intentando paliar el problema del acceso al efectivo y creo que hay muchas fórmulas que se pueden implementar: acuerdos con ayuntamientos, supermercados, farmacias, Correos, oficinas bancarias móviles multimarca, etc. Pero el grueso de los servicios financieros, para todo tipo de consumidores, con independencia de donde vivan, está siendo ya provisto a través de canales digitales y para ello se requieren buenas conexiones a internet y educación digital y financiera de los más mayores.
Los bancos y la AEB estamos desarrollando un programa de educación en este ámbito -Experclick- y nuestra intención es seguir escalando el programa en los próximos años, pero entendemos que se necesitan aunar más esfuerzos y recursos, tanto privados como públicos, en esta dirección.
Entrevista a José María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), realizada por María Vega