Hace ya casi 20 años que tuve la suerte de presidir el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional contra el Lavado de Dinero). Fue un trabajo difícil, ya que estábamos en medio del proceso por el que incluíamos en listas negras a las jurisdicciones no cooperativas. Pero aquel esfuerzo dio sus frutos: la combinación de exámenes entre iguales (peer reviews, las llamadas evaluaciones mutuas), el proceso de listas negras (unido a una rápida exclusión de la lista cuando se lograba un progreso suficiente por parte de las jurisdicciones dudosas), y el establecimiento de un marco para canalizar la información sobre transacciones sospechosas (STR) permitió una profunda mejora en la lucha contra el dinero criminal proveniente de actividades ilegales.
Más de 18 años después de todo aquello, leo los periódicos y me pregunto qué salió mal: es raro el día en que no vemos un nuevo escándalo que afecta a la reputación de una institución financiera importante. Por supuesto, los problemas de cultura bancaria son una parte crucial y dolorosa de esta penosa situación, como nos recuerda un informe del G30 publicado en estos días. Pero, al mismo tiempo, las fuertes pérdidas financieras sufridas por algunos bancos que han sido castigados con severas sanciones y la pérdida de reputación que han sufrido, que es más difícil de medir pero también mucho más relevante, son muy superiores a cualquier ganancia que pudiera provenir de esas actividades. Los bancos están sometidos a un costoso sistema de cumplimiento que, sin embargo, no resulta eficaz a la hora de proteger su reputación. Al mismo tiempo, las autoridades contra el lavado de dinero (AML) están sobrecargadas con unos STRs de escaso contenido informativo. Y los países en desarrollo ven cómo los bancos internacionales retiran los servicios de banca de corresponsalía para evitar los riesgos legales y reputacionales de fallos en la prevención del blanqueo
¿Qué se puede hacer, entonces, para acabar con los “falsos positivos” en los STRs, que bloquean las investigaciones de las autoridades, y para evitar los fallos masivos que estamos presenciando?
En primer lugar, debemos cambiar los sistemas automáticos y unilaterales de informes de transacciones sospechosas de blanqueo de dinero, por un intercambio más rico de información relevante entre los propios bancos y entre estos y las autoridades de AML. Esto plantea desafíos para las autoridades públicas, puesto que en caso de fracaso la culpa será compartida tanto por los bancos como por las autoridades. Pero, a cambio de esta responsabilidad compartida, las autoridades contra la prevención del banqueo de capitales aumentarán su tasa de éxito en la prevención de estas actividades. Los bancos, por su parte, tendrán que invertir más recursos en este campo, pero al menos estarán protegidos de forma más eficaz de lo que lo están ahora.
En segundo lugar, debemos considerar la posibilidad de utilizar técnicas de ML/AI (Machine Learning/Inteligencia Artificial) para limpiar ese bosque de falsos positivos derivados informaciones sobre operaciones sospechosas que se registran cada día. En lugar de la gran cantidad de informes de contenido informativo muy limitado que se producen en la actualidad, un sistema inteligente de STRs que utilizara esas técnicas ayudaría a despejar la multitud de falsos positivos y podría dirigirse de manera más eficaz y directa a las transacciones de verdad relevantes y fraudulentas. A cambio de la inversión en estos costosos sistemas que las entidades tendrían que hacer, las autoridades de AML deberían sentirse lo suficientemente cómodas como para no sobrerreaccionar de manera exagerada cuando el sistema inteligente de STR falle (lo que, inevitablemente, ocurrirá ocasionalmente).
En tercer lugar, en Europa deberíamos reflexionar sobre los fallos de nuestros sistemas de prevención de blanqueo de capitales. No cabe duda de que debemos mejorar la cultura de cumplimiento de nuestros bancos, pero seamos realistas: tenemos un único mercado financiero, pero nuestro sistema de prevención de AML está muy fragmentado lo que, sin duda, es un incentivo para los blanqueadores de dinero. Se entiende así por qué los delincuentes canalizan sus transacciones internacionales utilizando jurisdicciones pequeñas, y por tanto con recursos escasos. Sin duda, ¡es una jugada redonda! En suma, si Europa no reacciona y construye un único sistema de AML para un mercado que ya lo es, continuaremos con la situación actual y las autoridades de AML de EE. UU. se convertirán de facto en la autoridad de AML de la UE. Algo que no debemos permitir que ocurra.
En definitiva, una cultura bancaria inadecuada es uno de los elementos explicativos de los fracasos en materia de lucha contra el blanqueo de capitales que observamos en la Unión Europea, y la industria bancaria tiene que realizar una profunda reflexión sobre las causas de este fallo. Pero, al mismo tiempo, no debemos renunciar a reflexionar sobre las causas adicionales que expliquen por qué un sistema de prevención del blanqueo de capitales que funcionó bien durante décadas esté fracasando ahora. Las ideas expresadas aquí ofrecen algunas vías para mejorar la situación. Quizás no son las adecuadas, y haya otras rutas de mejora superiores. Pero confrontemos la realidad: si queremos mantener la efectividad de nuestros sistemas de prevención del blanqueo de capitales debemos pensar en soluciones imaginativas de reforma. El sistema actual, que tan bien ha funcionado en el pasado, está roto, y hay que arreglarlo.
José María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca