Una de las recomendaciones del Informe Draghi es la necesidad de movilizar ingentes cantidades de recursos en sectores estratégicos. En concreto, entre 750.000 y 800.000 millones de euros al año en nuevas inversiones, con el objetivo de impulsar el crecimiento y la competitividad de la economía europea. Esto solo será posible con el apoyo de la banca, como actor esencial en el acceso a la financiación.
La banca europea es robusta y está preparada: ha superado con éxito las distintas turbulencias sufridas en los últimos meses en los mercados financieros internacionales, incluso en un escenario macroeconómico incierto, gracias a su solidez, su situación de liquidez y las medidas tomadas desde la crisis financiera para reforzar su gobernanza.
No obstante, estamos hablando de mucho dinero. Es cierto que la diversificación en las fuentes de financiación, con un impulso decidido para crear un mercado de capitales común, es siempre deseable; pero, también puede ser insuficiente si en paralelo no se culmina la Unión Bancaria.
Unos bancos más grandes e internacionales pueden optimizar el uso de los capitales en la zona, y de esta forma garantizar que el ahorro fluya entre países. Esto dará más estabilidad al sistema, propiciará una escala mayor en los productos y servicios que ofrece y también mejorará la rentabilidad de los ahorradores europeos. Y, además, bajo un único fondo de garantía de los depósitos, éstos podrán valorar sus opciones financieras, no tanto por la nacionalidad, como por la combinación de riesgo, rentabilidad y solvencia de las entidades. En definitiva, la unión bancaria puede suponer un factor esencial para la competitividad de la economía europea y también para las finanzas de sus ciudadanos.
José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca