Más de 500.000 millones anuales. Es la cantidad que dedicaremos los europeos hasta 2030 para llevar a cabo la transición hacia una economía descarbonizada, según la Agencia Internacional de la Energía. Equivale al 2,9 % del PIB europeo. La falta de unidad de los mercados de financiación en nuestro continente puede hacer más complicado la captación del ahorro para proyectos de inversión.
La descarbonización es uno de los grandes retos a los que se enfrenta Europa en el futuro, pero no es el único. Se suma a los geopolíticos y a la necesidad de una mayor inversión en tecnología que aumente la competitividad y resiliencia económica. Enfrentarse con éxito a estos desafíos es la base de la hoja de ruta de la Autonomía Estratégica Abierta. Una estrategia donde los tres protagonistas son el sector público, que ha de marcar las reglas para cumplir la estrategia; las empresas, para desarrollarla; y los bancos, tanto para proporcionar financiación directa como para propiciarla a través de los mercados.
Crecer es prioritario y la manera de hacerlo ha de ser sólida y sostenible. Por eso es clave conocer las debilidades económicas en Europa y así poder tomar las medidas precisas para ser más competitivos. Tendremos más información para hacer un diagnóstico certero cuando se publique en junio el informe encargado al expresidente del BCE, Mario Draghi.
Facilitar la transformación europea requiere el mejor modelo de financiación posible. Necesitamos avanzar de forma decidida en la unión bancaria con un marco regulatorio que favorezca la competitividad del sector. A escala nacional no se deben poner palos en las ruedas que limiten la capacidad de los bancos para que continúen haciendo lo que mejor hacen: propiciar un crecimiento próspero.
José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca