La crisis sanitaria que con tanto esfuerzo estamos superando tendrá también consecuencias en la cultura del ahorro y la inversión de las familias. Además de habernos obligado a ahorrar cuando no era posible viajar y consumir, es probable que también provoque cambios en nuestra gestión del ahorro, ya sea porque no tenemos claro cuando acabará esta época difícil o porque la experiencia ha sido tan dura que queremos redoblar esfuerzos para sentirnos más protegidos en el futuro.
La crisis ha acentuado la inclinación de las familias por la compra de vivienda, que es la principal decisión patrimonial de los hogares y refleja el buen funcionamiento del mercado hipotecario. Pero más allá del patrimonio inmobiliario, la riqueza financiera neta de los hogares aumentó casi un 9% en el último año, hasta suponer 1,5 veces el PIB.
En concreto, los activos financieros de las familias crecieron un 5,3% en el año, por encima de los 120.000 millones de euros. No es ninguna sorpresa que la mayor parte del aumento se haya materializado en efectivo y depósitos, hasta el 42 % del total. Pero sí es reseñable que el componente de participaciones en fondos de inversión fuera el que más incrementó su peso en el conjunto de los activos financieros.
La represión financiera derivada de los tipos de interés oficiales negativos y la mayor vulnerabilidad de los mercados financieros, como consecuencia de las medidas extremas de política monetaria, suponen un hándicap a la hora de rentabilizar un colchón financiero que pueda servir de apoyo en el futuro. En este contexto tan complejo, la educación financiera, que siempre ha sido importante, ahora se vuelve imprescindible para obtener el máximo rendimiento de nuestros recursos económicos.
José Luis Martínez, portavoz de la Asociación Española de Banca