No se puede entender el comportamiento positivo reciente del sector en bolsa sin considerar los argumentos que lo penalizaban antes.
Hace unos días un economista amigo cuestionaba la solidez de la mejora en bolsa de los bancos. Aquí tienen su argumento: “todos hablan de los retos de los bancos entre digitalización y competencia, entre márgenes financieros bajos y una regulación estricta y compleja; al final, todo desemboca en teoría en un escenario futuro difícil en términos de rentabilidad…¿cómo explicar entonces el buen momento del sector en los mercados?”
Mi amigo partía de una foto fija del sector, un sector que siempre se ha caracterizado por sacar lo mejor de cada momento. Al final, los bancos (y los españoles son buen ejemplo de ello) se crecen ante las dificultades. Y esto sin duda es clave para entender la importancia que tienen para la sociedad, financiando el crecimiento económico y facilitando la creación de riqueza. También extrapolaba mi amigo unas condiciones financieras y regulatorias adversas, como son las actuales, cuando todo apunta a que pueden cambiar a mejor en un futuro no muy lejano. Pero, sobre todo, no tenía en cuenta que los mercados viven de expectativas. Y la importante discrepancia reciente entre el precio de mercado y el valor en libros del sector ya reflejaba un fuerte pesimismo e incertidumbre hacia el futuro. Probablemente un exceso de pesimismo.