La Junta Europea de Riesgo Sistémico (ESRB en inglés) pide a las autoridades en su último informe que preserve y refuerce la resiliencia del sector financiero para que, de esta forma, pueda seguir apoyando a la economía real en un entorno de crecientes riesgos para la estabilidad financiera.
ESRB es responsable de supervisar la estabilidad del conjunto del sistema financiero en Europa y de prevenir y mitigar los riesgos que podrían alterarlo. Creado durante la crisis financiera, su papel es clave, tanto para orientar las decisiones de los supervisores que refuercen la estabilidad financiera, como para identificar las debilidades que puedan amenazarla.
En sus últimas recomendaciones este organismo identifica riesgos severos para la estabilidad financiera en Europa y lanza un mensaje contundente ante la dificultad del momento actual y la elevada incertidumbre a corto plazo.
Las dos principales vulnerabilidades que ha detectado el ESRB son: el deterioro de la actividad económica y su potencial impacto en familias y empresas, y la inestabilidad de los mercados financieros, en un contexto en el que la deuda pública alcanza niveles máximos en términos históricos.
Frente a todo ello, constata la Junta, los bancos son la primera línea de defensa y, por tanto, deben ser prudentes en la gestión de sus riesgos.
Las autoridades europeas son claras y firmes al reiterar, como prioridad en estos momentos, la necesidad de preservar la solidez de los bancos, una idea compartida por los gobiernos de la mayoría de los países.
Y esto es así porque el contexto lo exige, por un lado, debido a la vuelta a la normalidad de los tipos de interés oficiales fijados por el Banco Central Europeo para controlar una inflación que no da tregua y viene acompañada de la incertidumbre geopolítica creada por la guerra en Ucrania.
Y por otro, porque como se ha demostrado durante el covid, los bancos son esenciales cuando se trata de proteger a las familias y preservar el tejido productivo.
El difícil contexto actual supone una nueva amenaza para el crecimiento cuando apenas nos estábamos empezando a recuperar de la crisis sanitaria. En España todavía no hemos recuperado los niveles de PIB previos al comienzo de la pandemia y, aunque es cierto que las previsiones económicas son mejores que en los países de nuestro entorno, el futuro próximo sigue sometido a una incertidumbre sin precedentes.
De hecho, el Banco de España advierte en sus últimos informes sobre una ralentización económica inmediata derivada de los esfuerzos por combatir una inflación que nos empobrece.
Ha sido el propio Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, quien, en una reciente comparecencia pública, ha resaltado la buena situación actual de los bancos españoles, poniendo de relieve las fortalezas de nuestras entidades, la mejorada continuada de los balances, así como la baja morosidad actual, y la mejora paulatina en la rentabilidad.
Es precisamente la rentabilidad la mejor garantía para asegurar la solvencia en el futuro, pero debe ser superior al coste de capital (rentabilidad mínima exigida por los inversores) para atraer inversión. Este ha sido uno de los principales desafíos de los bancos españoles en los últimos años.
Es difícil anticipar cómo evolucionarán los resultados de los bancos tras la subida de tipos de interés y la propia marcha de la economía y, por eso, es muy importante no añadir más incertidumbre a la existente.
La coyuntura actual exige remar en la misma dirección. El papel de los bancos siempre es clave para garantizar la financiación e impulsar el crecimiento económico, pero ahora lo es aún más si cabe para mantener el apoyo a las familias y empresas y que puedan seguir adelante con su actividad y sus proyectos, y ese es el mensaje que llega de Europa.
Por todo lo anterior, la pretensión de aplicar un nuevo impuesto a los bancos resulta contradictoria con la recomendación de prudencia de la Junta. El gravamen es una medida ineficaz y de efectos indeseados, que puede entorpecer la actividad propia de las entidades de generar capital y acceder a financiación, y por extensión, podría limitar su capacidad de seguir financiando a la economía en las mejores condiciones posibles. Sería un obstáculo en el peor momento, justo cuando la inestabilidad de los mercados financieros merma el papel que estos desempeñan como una alternativa a la financiación bancaria.
Los bancos españoles poseen la fortaleza y recursos para garantizar la financiación que necesitan las familias y las compañías y, de esa forma, seguir adelante y hacer realidad sus proyectos en cualquier situación, y en especial, en momentos complicados como los actuales.
José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca