Los bancos no fueron los causantes de la crisis pasada y ahora se espera de ellos que actúen de muro de contención ante nuevos potenciales riesgos financieros. Todo indica que están preparados
Hablamos de la crisis financiera internacional en pasado, aunque aún sufrimos algunas de sus consecuencias en el presente. Su impacto fue generalizado, pero más intenso en la mitad de las economías a nivel mundial. Muchos países aún no han recuperado el nivel de producción tendencial previo a la crisis y es posible que su crecimiento potencial se haya visto afectado a medio y largo plazo. Es difícil saberlo a priori, como también lo es estimar la magnitud del posible deterioro.
La crisis tuvo un origen financiero. Se gestó durante más de una década bajo unas condiciones financieras muy favorables y un fuerte crecimiento impulsado por la integración económica y comercial en todo el mundo. Como consecuencia de estos dos factores, la relación entre el tamaño del sector financiero -integrado por bancos y entidades que no son bancos pero ofrecen servicios financieros- y la economía real se descompensó con fuerza a favor del primero. El reflejo más evidente fue el elevado tamaño que alcanzaron la deuda pública y privada desde una perspectiva histórica. La crisis requirió de medidas extremas y no convencionales por parte de las autoridades para combatirla. Pero la respuesta en política económica no fue uniforme a nivel mundial, salvo el protagonismo alcanzado por la política monetaria. También han sido una norma común los cambios regulatorios y de supervisión aplicados casi en exclusiva al sector bancario.
Los cambios en la regulación bancaria se han centrado en la solvencia y en la prevención, con el objetivo explícito de preservar una mayor estabilidad financiera en el futuro. Se ha buscado también que la contabilidad refleje de forma más fiel la situación del banco. Y se han aprobado importantes cambios en el gobierno corporativo y de conducta de las entidades. Todas estas medidas han buscado hacer más seguros a los bancos y reforzar la protección del cliente. Los bancos no fueron los causantes de la crisis pasada y ahora se espera de ellos que actúen de muro de contención ante nuevos potenciales riesgos financieros. Todo indica que están preparados.