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EL ESPAÑOL

Competitividad y financiación en Europa

Gente caminando impuesto

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Para una empresa ser competitiva significa que es capaz de producir y suministrar un bien o un servicio a un precio menor, a igualdad de calidad, que otras empresas con las que compite. En estas condiciones la competitividad, y su reflejo en el crecimiento, se convierten en la garantía de solidez en el futuro.

Es un término que recoge bien la evolución de otras variables económicas, como es la productividad. Un nivel de productividad elevado, con altos precios y al alza, puede desembocar en una baja competitividad y posibles problemas a futuro. La evolución de la productividad debe ir acompasada con el comportamiento de los precios, de forma que permita mantener un ritmo de inversión y con ello se consiga una mayor capacidad de crecimiento a futuro. Naturalmente las reformas estructurales son también importantes. Al final todo esto acaba llevando a la  competitividad.

La competitividad se ha convertido en la palabra clave para abordar el futuro de Europa. No es algo nuevo. Para algunos economistas la competitividad siempre fue un mecanismo de ajuste de los precios en la Unión Monetaria, para hacerla viable a lo largo del tiempo. Ahora sin embargo se habla de competitividad, no como mecanismo de ajuste del sistema, sino como el objetivo a perseguir en el diseño de su futuro económico.

Así lo deja claro el Informe Draghi: el crecimiento, basado en ser competitivos, es la solución para abordar con éxito los retos de descarbonización, innovación y seguridad económica, pero también para mantener el estado de bienestar.

En las dos últimas décadas el crecimiento económico europeo ha sido inferior al de la economía norteamericana y ha estado muy por debajo del crecimiento chino. De forma progresiva Europa ha perdido competitividad, penalizada además por el descenso del comercio mundial. Precisamente la interdependencia externa se ha convertido en una fuente de vulnerabilidad para Europa en un contexto como el actual de incertidumbre geopolítica internacional y deterioro del comercio mundial.

Elevar la capacidad de crecimiento a largo plazo, el potencial de crecimiento, pasa por innovar, acelerar la transformación sostenible y lograr mayor seguridad en suministro de materias primas como la energía o de tecnología. Para llevarlo a cabo, más allá de la voluntad y disposición real a nivel político a adoptar medidas en común, hará falta mucha financiación.

El informe “A Competitiveness Compass for the EU” de la Comisión Europea publicado hace unas semanas estima unas necesidades de financiación anuales en 750 – 800.000 millones de euros, lo que va a requerir potenciar el mercado de capitales europeo y el uso de fondos públicos, combinados con la financiación directa bancaria. Los bancos europeos están preparados para financiar el crecimiento y son claves, como principales actores, del desarrollo del mercado de capitales europeo.

Por ejemplo, los bancos son los mayores facilitadores de acceso de las empresas al mercado de capitales, a través de la banca de inversión, y especialmente a través de los servicios de colocación y aseguramiento de emisiones, el mejor nexo de unión entre las empresas que buscan financiación en el mercado y los clientes minoristas o institucionales que proveen de fondos al mismo.

Los bancos también canalizan el ahorro de los inversores al mercado, apuntalan el desarrollo del capital riesgo a través de la financiación a los inversores y fondos que actúan como inversores directos y su papel es clave en el mercado de titulizaciones.

El informe Draghi nos presenta una hoja de ruta para hacer la economía europea más competitiva. Pero, dada la importancia de los bancos, también la mejora de competitividad del sector es un objetivo a perseguir. Así lo reconocen los informes de Letta y Draghi, que hablan de las limitaciones de la regulación al sector.

En este sentido, las recomendaciones del Informe Draghi también abarcan al sector financiero y se orientan al impulso de las fusiones transfronterizas, la simplificación de la regulación y la reducción de la burocracia para mejorar también su competitividad y capacidad de innovación. Porque la mejora de la eficiencia y la competitividad de los bancos resulta imprescindible para avanzar en la competitividad del conjunto de la economía. Porque la solidez del sector bancario aporta una base solvente y sostenible para el crecimiento económico. Una cosa no puede venir sin la otra.

José Luis Martínez Campuzano, portavoz de la Asociación Española de Banca

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