Durante los últimos dos años han sido numerosas las publicaciones de informes, tanto de instituciones privadas, como de organismos públicos internacionales, en los que se ha explorado el impacto del uso de las nuevas tecnologías en el mercado financiero.
Existe un consenso generalizado en torno a la idea de que la innovación tecnológica es muy prometedora para la prestación de servicios financieros por su potencial de aumentar la eficiencia de la operativa financiera (procesos internos de las entidades y servicios a clientes) y ampliar la gama de ofertas de productos y servicios.
No obstante, uno de los ámbitos en el que las autoridades han puesto un mayor foco de atención durante este último año ha sido el de las implicaciones del fenómeno FinTech en términos de competencia y estabilidad financiera.
En efecto, muchos de los documentos de análisis realizados coinciden en concluir que las innovaciones financieras pueden reducir las barreras de entrada al mercado al disminuir los costes, aumentar las economías de escala y reducir las asimetrías de información.
Estos factores pueden afectar a la estructura de un mercado de larga historia, como el financiero, que ahora es testigo de la aparición de nuevos y numerosos entrantes de diferente tipología y tamaño. Estos nuevos jugadores comparten con los ya establecidos el objetivo de aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías en el desarrollo de sus negocios. Sin embargo, su condición de “nativos-digitales” y, en algunos casos, la no sujeción a la regulación vigente les sitúa en una situación de partida muy favorable para el desarrollo de servicios financieros con una mayor agilidad y flexibilidad.
La rapidez con la que los nuevos proveedores entren y se consoliden en el sector, su capacidad de ganar escala y, en especial, la regulación y supervisión a las que estén sometidas, serán elementos determinantes no solo para ponderar la capacidad de resiliencia de las entidades bancarias ya establecidas, sino también para evaluar el posible impacto en términos de estabilidad financiera.
FinTech, BigTech y su potencial de disrupción
Durante años hemos venido presenciando el surgimiento de nuevos operadores en el mercado financiero, inicialmente pequeñas empresas FinTech de nueva creación que, apalancadas en el uso de las tecnologías más avanzadas, han entrado en aquellas actividades o negocios bancarios con mayores rentabilidades (pagos, asesoramiento o crédito a empresas). Financiadas mayoritariamente con capital y, en muchos casos, con ciertas ventajas regulatorias, estas empresas han estimulado la creación de un “ecosistema FinTech” nacional en casi todas las plazas financieras relevantes que ha servido de estímulo al conjunto del sector.
No obstante, la capacidad de disrupción de estas empresas en el entorno competitivo se enfrenta a importantes desafíos. La ausencia de una base de clientes instalada, el acceso limitado a información sobre clientes potenciales, la falta de reputación y el reconocimiento de marca, o un coste de capital relativamente elevado suponen desventajas competitivas no triviales frente a los bancos.
Como siempre, puede haber excepciones. En algunos casos, algunas propuestas de valor podrán vencer estos obstáculos y sus promotores consolidarse como operadores con escala suficiente para competir. Y en otros, sin embargo, las soluciones propuestas no irán encaminadas a competir, sino a complementar, prestando servicios directamente a los bancos (servicios B2B o business to business) como, por ejemplo, soluciones que faciliten el cumplimiento normativo (RegTech).
La entrada en la actividad financiera de los gigantes tecnológicos o las BigTech puede suponer, sin embargo, un cambio más disruptivo en términos de competencia, frente a las startup FinTech de tamaño reducido.
No cabe duda del enorme potencial de estas grandes compañías para cambiar la estructura del mercado financiero, dado que son monopolios naturales en los mercados digitales donde tienen una posición dominante, fruto de su acceso a una gran cantidad de datos difícilmente replicables, o los efectos de red que consiguen.
A diferencia de las startups FinTech, las grandes tecnológicas tienen una importante base de clientes, reputación establecida y marcas poderosas que, en combinación con una sólida posición financiera y un cómodo acceso a los mercados de capitales, les permite lograr escala muy fácilmente.
Además, y quizás lo más importante, según su ámbito de actuación, controlan los gustos, tendencias y experiencias de compra de muchos individuos. Pueden aprovechar la información sobre las preferencias, hábitos y conductas de estos, junto a su ventaja en el desarrollo de herramientas de inteligencia artificial y el análisis de grandes datos, para competir cara a cara con las entidades financieras tradicionales.
Por ahora, su entrada en los servicios financieros está siendo más bien lenta en Europa, pero no tanto en sus países de origen (Estados Unidos o China), donde están especializándose en determinados nichos de mercado -productos o servicios financieros poco intensivos en capital y de mayor rentabilidad– dejando a un lado otras actividades, como la captación de depósitos, sometidas a una fuerte carga regulatoria.
Impacto en la competencia y la estabilidad financiera
En general, existe bastante consenso en que la entrada de las grandes plataformas tecnológicas en el sector bancario puede resultar muy beneficiosa, al fomentar la competencia y la innovación. Algunos estudios apuntan que, además, puede facilitar el acceso al crédito a ciertos segmentos de consumidores y pequeñas empresas que, de otro modo, quedarían excluidas por falta de historiales crediticios.
Sin embargo, son también muchos los que coinciden en apuntar que su entrada puede generar ciertas dinámicas o comportamientos en el mercado que deben ser vigiladas atentamente por las autoridades competentes.
Estas dinámicas no solo están relacionadas con el impacto en la rentabilidad y en el modelo de negocio de las entidades financieras establecidas ante la posibilidad de que las BigTech decidan intervenir como un marketplace o comparador, uniendo demanda y oferta de servicios financieros o, alternativamente, entren a competir directamente en las líneas de negocios más rentables, desintermediando de este modo el negocio bancario.
Existe una amenaza mayor relacionada con los posibles efectos de selección adversa o riesgo moral que podrían desencadenarse en el mercado, si los incentivos de estas empresas no están alineados con los del resto de los usuarios y, adicionalmente, la regulación financiera se configura como un marco asimétrico para empresas que compiten en las mismas actividades.
A modo de ejemplo, en un escenario de mercado en el que estas BigTech originaran y distribuyeran préstamos -financiados por una entidad bancaria-, los incentivos de maximizar el volumen –frente a la calidad de los activos-, así como de priorizar la vinculación con otros productos de sus plataformas adyacentes, podrían tener un impacto considerable en la calidad de las carteras y, por tanto, en la estabilidad financiera.
Por supuesto, la probabilidad de que esto ocurra dependerá de la forma en que la actividad de estas empresas pueda encajar en la regulación y la supervisión financiera. Cabe recordar que parte de esta regulación financiera no es funcional. Es decir, no se basa en la función o actividad que lleva a cabo una entidad, sino que existe un claro acento en la configuración jurídica de las entidades que la llevan a cabo.
Así, las entidades de crédito reguladas se enfrentan a algunas barreras a la innovación o la transformación digital, que emanan de sus normas prudenciales y de gestión de los riesgos. A futuro, cabría pensar en una reconsideración de las normas vigentes, especialmente las que afectan de forma asimétrica a las entidades de crédito frente a los nuevos entrantes, valorando la posibilidad de inclusión de estos últimos en el perímetro de la regulación y supervisión financieras.
Adicionalmente, las autoridades competentes deberían vigilar los desafíos para la competencia que podrían introducir determinadas prácticas de los gigantes tecnológicos, que podrían suponer un abuso de una posición dominante, así como las consecuencias de sus monopolios de datos. Retos que, por otro lado, son igualmente relevantes para otros sectores productivos afectados.
La participación de las BigTech en los servicios financieros debe conllevar un análisis a medio y largo plazo sobre el impacto en la competencia, la estabilidad financiera y la protección del consumidor, para garantizar que su entrada supone efectos positivos para la competencia y la eficiencia en el sector financiero y no nuevas formas de concentración y riesgos sistémicos para el conjunto del sistema.