La crisis griega que, en los inicios de 2010 podría haber sido tratada de manera aislada y específica, se ha extendido a otros Estados de la Eurozona, y no solamente a los considerados periféricos.
De esta forma, en el otoño de 2011 nos encontramos ante una crisis de deuda soberana en la Eurozona que, a su vez, provoca y se nutre de una crisis de liquidez y/o solvencia en la banca europea: véase, por ejemplo, lo acontecido en la última semana en el banco franco-belga Dexia.