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El Economista

EEUU, México y los acuerdos comerciales

Trump sólo bajará su dependencia de China estrechando relaciones con su vecino del Sur.

En México, y en el mundo, crece la incertidumbre sobre la política comercial que el presidente electo en EEUU, Donald Trump, vaya a definir, y, en particular, sobre su deseo de modificar los acuerdos alcanzados en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Y, por dos razones, no es baladí. Primero, porque el presidente tiene la potestad unilateral de salirse del acuerdo, por mucho que el Congreso o las batallas legales del sector privado trataran de impedirlo. Y, segundo, porque el impacto económico sería particularmente doloroso para México que se ha beneficiado del Tratado con un aumento del comercio en más del 115 por ciento desde su firma, pero también para el resto del mundo por la discontinuidad empresarial que esta decisión ocasionaría.

El temor es real y se entiende que la incertidumbre provocada por estas declaraciones estén generando una fuerte volatilidad en el mercado mexicano. Sin embargo, por muy prematuro que sea especular sobre qué pueda suceder en el futuro, tengo la impresión de que la reacción de Trump será más moderada de lo que estamos imaginando por diferentes motivos. En primer lugar, la economía norteamericana y México (y Canadá) están tan integradas que un aumento de las tarifas arancelarias probablemente elevaría el precio de los bienes en ambos países, reduciría el comercio cruzado entre ellos y, con ello, las oportunidades de empleo. Las exportaciones de bienes de Estados Unidos hacia Canadá y México representan el 35 por ciento del total.

Adicionalmente, una reducción de comercio entre países tendría efecto sobre muchos de los Estados norteamericanos, en particular, Arizona, Nuevo México, Michigan y Texas, que intercambian más del 30 por ciento de los bienes que producen con México, por lo que sus representantes en el Congreso (la mayoría de los cuales son miembros del Partido Republicano) tratarían de mitigar cualquier decisión relativa al Tratado.

El tercer argumento descansa en una óptica más integral. Desde los primeros años del presidente Obama, que coincidieron con los años de la crisis financiera internacional, EEUU optó por reconstruir su liderazgo global acumulando recursos y siendo menos dependiente del resto del mundo, algo que coincide con la pretensión de Trump, aunque, esta vez, formulado en un tono más abrupto.

Ver artículo completo de Juan Carlos Delrieu, Director Planificación Estratégica de la AEB,  en El Economista