Desde que se estimó que la inversión requerida para descarbonizar la economía europea y cumplir con la Agenda 2030 suponía una inversión cercana a los 220 billones de euros cada año hasta 2030, se puso de manifiesto la relación biunívoca entre sostenibilidad y el sistema financiero. Una relación que se ha ido fortaleciendo a medida que los reguladores fueron construyendo un exigente marco regulatorio orientado a promover de la manera más eficiente, ética y transparente, el flujo privado de capital hacia proyectos sostenibles. Una dependencia entre sostenibilidad y finanzas que se ha intensificado con el empeño de los bancos centrales para supervisar la acción de las entidades de crédito para prevenir que los riesgos climáticos puedan ser un foco de inestabilidad financiera en el futuro.
En este campo de juego, la banca se convierte en un jugador central en la adaptación y mitigación del cambio climático a través de cuatro ejes:
- Para adaptarse a la regulación vigente y cumplir con el exigente marco normativo que se está construyendo en la UE,
- Para cumplir con el deseo de sus clientes, inversores y accionistas, cada vez más exigentes en materia climática,
- Por la capacidad del sector para financiar no solo las energías renovables, sino contribuir y apoyar la transición ecológica, y
- Sobre todo, por el componente estratégico que representa, tanto en lo que se refiere a la gestión del riesgo derivado del cambio climático, como en la capitalización de las oportunidades que esta transformación representa para el sector.
En este sentido, el sector bancario en España está afrontando el desarrollo de las finanzas sostenibles a través de cuatro grandes intervenciones:
- Comprometiéndose. Es decir, de manera proactiva, tratando de anticiparse a las exigencias regulatoria y, sobre todo, con pactos públicos sobre la alineación a los objetivos marcados en el Acuerdo de Paris y la descarbonización de la economía. Entre los compromiso más relevantes destaca la adhesión del 75% del capital español al Net Zero Banking Alliance, el acuerdo más exigente y ambicioso que se ha definido hasta este momento.
- Gestionando. Una gestión que se desarrolla alrededor de varios vértices:
- Elevando la función de sostenibilidad en la escala jerárquica de las entidades. En algunos casos, reportándole directamente al Consejo de Administración.
- Integrando la sostenibilidad en la estrategia de las entidades para tratar de capitalizar las oportunidades que esta tendencia representa.
- Gestionando el riesgo, no solo por responder al marco normativo, sino por la necesidad de reducir la concentración de activos en riesgo ambiental en los balances bancarios y, sobre todo, para mitigar el riesgo que el cambio climático supone sobre la estabilidad financiera a través de las pruebas de esfuerzo, un exponente básico de las expectativas supervisoras de los bancos centrales.
- Desarrollando las capacidades de la organización mediante cursos de formación a los empleados. Un esfuerzo fundamental para el desarrollo de las finanzas sostenibles, que debe transitar desde el diseño de un perfil técnico, orientado al detalle encaminado a cumplir la normativa, hasta el desarrollo de un perfil más estratégico con una fuerte capacidad de influir en diferentes áreas de la organización. Igualmente, es fundamental desarrollar un conocimiento básico sobre toda la organización para poder atender las necesidades de los clientes.
- Financiando. Es decir, aumentando la oferta de productos y servicios financieros verdes, sociales y sostenibles. Y, sobre todo, planteando programas de engagement para poder acompañar a sus clientes en el proceso de transformación hacia una economía descarbonizada.
En definitiva, un sector bancario que ha decidido contribuir a la descarbonización de la economía de una forma tan proactiva y comprometida como desafiante, como se pone de manifiesto al considerar la necesidad de formar a los diferentes niveles de la organización en función de sus responsabilidades.
Juan Carlos Delrieu, director de Sostenibilidad de la AEB