Los clientes demandan nuevas alternativas de pago al dinero en efectivo y los bancos redoblan esfuerzos para ofrecerles el abanico de posibilidades que permite la tecnología
El efectivo sigue siendo el principal medio de pago en Europa. Pero el uso de las alternativas de pago al dinero físico crece con fuerza. El número de pagos distintos al efectivo aumentó un 7,9% en 2017, según los datos más recientes del Banco Central Europeo (BCE). La mitad de estos pagos fueron con tarjeta, seguidos por las transferencias y las domiciliaciones. Se trata de una distribución simple para un ecosistema de pagos cada vez más diverso y abierto.
El uso de las tarjetas de pago se incrementó un 11,2% el año pasado, lo que supone el mayor crecimiento registrado entre las alternativas a los billetes y monedas. En 2017 se emitieron un 2% más de tarjetas de pago, lo que significa que a cada habitante le corresponden 1,6 tarjetas. El valor medio de las transacciones con tarjeta fue de 44 euros, cifra que deja patente la creciente penetración del plástico en el segmento de los pagos de menor montante, en los que aún reina el dinero físico. También crece, un 5,5%, el número de transferencias, con un crecimiento marginal en los cargos reglados en cuenta.
No tiene mucho sentido anticipar el final del uso del efectivo en Europa como medio de pago en un futuro previsible. Más allá de factores generacionales y culturales está también su consideración de activo seguro. En su contra tiene el desarrollo tecnológico que facilita nuevos medios de pago más seguros, cómodos, eficientes, y más “limpios”, ya que poder seguir el rastro del dinero es imprescindible en la lucha contra el fraude. El pago en efectivo hace posible que, a veces y de forma involuntaria, se colabore de forma pasiva con el fraude y la economía sumergida.
La disrupción digital tiene un impacto evidente en el ecosistema de pagos. Los clientes demandan nuevas alternativas de pago y los bancos redoblan esfuerzos para ofrecerles el abanico de posibilidades que permite la tecnología. Así se ven inmersos en un proceso de continua innovación con el cliente y las medidas de seguridad necesarias para garantizar su protección como centro de su estrategia. Los cambios regulatorios que impulsan las autoridades para aumentar la competencia y la transparencia también afectan a la configuración del sistema de pagos. En esta nueva era digital, todos los proveedores de pago -sean o no bancos- deben estar sometidos a la misma supervisión y regulación para ofrecer las mismas garantías de seguridad y protección a los consumidores. Es fundamental que rija el principio de “a igual actividad e iguales riesgos, igual regulación y supervisión”.
Tecnología y regulación serán claves en la futura evolución del sistema de pagos. Pero lo más relevante es que el cliente pueda decidir cómo pagar y que su elección se traduzca en nuevas ventajas futuras. Los nuevos medios de pagos digitales permiten un mejor conocimiento del cliente por parte de las empresas, lo que a la larga se traducirá en una mejora del servicio, con productos y condiciones más acordes a sus preferencias.