En la Unión Monetaria, 2013 ha comenzado en un marco muy distinto del que prevalecía un año atrás al haberse dotado de nuevos instrumentos y mecanismos, tanto en el ámbito financiero como en el de la gobernanza.
Si hacemos un balance de 2012, podemos observar que por quinto año consecutivo la economía española cerró el pasado ejercicio con un saldo claramente desfavorable, en términos de crecimiento y empleo. La recaída en recesión, iniciada a finales de 2011, se extendió a lo largo del año con una contracción del PIB real superior al 1% . Se destruyeron cerca de 700 mil empleos y la tasa de paro superó un inédito 26%. Muchos factores contribuyeron al desplome de la demanda interna agregada.
Así lo hizo el marcado descenso del consumo privado asociado al retroceso de la renta disponible de los hogares, por la caída del empleo y el incremento de la presión fiscal. También contribuyó a ello la contracción de la inversión empresarial que acompañó la debilidad de la demanda y el exceso de capacidad instalada, así como el inevitable signo restrictivo del gasto público, que ha estado orientado a reducir el abultado déficit. Únicamente el buen comportamiento del sector exterior, con una aportación por encima de los 2 puntos porcentuales, permitió amortiguar la caída del PIB.