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Portavoz

El Economista

Cuestión de desconfianza

En el fondo no deja de ser desconfianza. Sí, me refiero al Brexit. Pero, también podríamos hablar de otros muchos temas que al final se han materializado de forma imprevista. O plantean escenarios claramente inesperados para el futuro. Todo es cuestión de desconfianza. Y lo peor es que se trata de desconfianza de los ciudadanos con sus autoridades; de las propias autoridades consigo mismas; de los agentes económicos sobre el futuro; desconfianza de los inversores financieros con el mercado.

Desconfianza, sólo desconfianza. La evolución de los acontecimientos tras el resultado del referéndum británico ha sido la esperada: confusión. Confusión política dentro del Reino Unido y mensajes contradictorios, confusos y ambiguos, del resto de las autoridades europeas. Lo esperado, aunque no deja de ser inquietante. Repetía el presidente del Eurogrupo este mismo lunes que sólo a medio y largo plazo conoceremos realmente el impacto negativo del Brexit. Naturalmente, aunque todos vivimos el momento. Y es un momento políticamente complejo. Por ejemplo, las demandas en algunos casos de penalizar al Reino Unido por abandonar el proyecto europeo. ¿Se convertirá éste en una prisión? Admito que la mera cuestión no me gusta. Como también observo con cierta incredulidad el interés por beneficiarse de la potencial deslocalización financiera desde Londres. ¿Cómo era aquello de la piel del oso? Sigo pensando que llevará tiempo tener ideas claras sobre las consecuencias del Brexit. Pero por el momento nuestro reto debe ser intentar superar la confusión actual.

 

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