Es evidente que la banca, en la mayor parte de los países desarrollados, ha sufrido una crisis de confianza desde el inicio de la crisis.
El sector bancario español ha experimentando en los últimos años un proceso de mejora en todas las magnitudes relevantes, que lejos de terminar, cabe esperar que continúe de forma, incluso, más intensa en los próximos ejercicios. Esta progresiva mejora se produce por dos razones. En parte, por la favorable evolución de la economía española que, inmersa en el desendeudamiento de hogares y empresas no financieras y en una mejora de la salud patrimonial de las empresas, propicia un aumento del crédito, de la actividad económica -que crece de forma sostenida alrededor del 3%- y, en consecuencia, del empleo. Pero también las cifras de la banca española continúan mejorando gracias al esfuerzo realizado en la recapitalización, limpieza de balances y ganancia de eficiencia operativa, temas en los que nuestros bancos llevan trabajando sin descanso desde el inicio de la crisis económica de 2008.
Este conjunto de circunstancias están permitiendo a los bancos españoles dinamizar las condiciones crediticias e impulsar el crédito de las familias y empresas. En particular, las nuevas operaciones de préstamos a familias concedidas en los siete primeros meses del año son un 37% superiores a las del mismo periodo del año anterior y en el caso de los préstamos de menos de un millón de euros para la PYME, el crecimiento hasta julio ha sido del 15% frente al igual periodo de 2014.
A pesar de la mejora que la actividad económica está generando sobre los resultados del sector, no debemos olvidar que en un entorno de bajos tipo de interés, el margen de intermediación tiende a reducirse, e igual ocurre con la Rentabilidad sobre los Recursos Propios (ROE). Para dar una respuesta a esta situación, los bancos españoles están trabajando simultáneamente en tres direcciones complementarias. En primer lugar, expandiendo sus bases de clientes, lo que les permite aprovechar las ventajas propias de las economías de escala, una orientación estratégica que, en un contexto tan competitivo como el bancario, podría pasar por un nuevo proceso de consolidación. Esta vez, quizás, de carácter transfronterizo aprovechando los obstáculos removidos en el proceso de construcción de la Unión Bancaria. Esta primera línea de trabajo viene acompañada por un esfuerzo de acercamiento al mercado y a los clientes, a los que se proporciona diferentes canales de aproximación y un portafolio de soluciones, más que de productos y servicios; es decir, mejorando la experiencia del cliente en su interacción con el banco.