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ACTIVOS - EL PERIODICO DE ESPAÑA

La importancia de los acuerdos climáticos

A farmer and his wife standing in their cornfield at sunset

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Si hay un elemento tan constante como las Conferencias anuales de las Partes (COP), desde que en 1995 se celebró en Berlín la COP1, son las críticas a los resultados que se obtienen. Este año, tras la COP27 en Sharm El-Sheikh, no ha sido una excepción. A pesar de que las expectativas que existían sobre esta reunión no eran muy elevadas, la falta de compromiso para avanzar en medidas de mitigación, la falta de voluntad por dejar de promover y financiar el uso de combustibles fósiles y la incredulidad sobre algunos compromisos públicos voluntarios que solo hacen algunas empresas, supera los aspectos positivos que también han relucido tras la COP de este año.

De alguna manera, había una especie de consenso que había aceptado con resignación que esta fuese una COP de transición y en lo único que cabía confiar es que tuviera un sesgo a favor de países en desarrollo y, por tanto, una COP encauzada a financiar la adaptación al cambio climático. A pesar de que este debate se ha extendido hasta plantear una reforma del sistema financiero internacional, el resultado no ha resultado tan atractivo porque al centrar el debate en la creación de un fondo financiero orientado a cubrir los riesgos y pérdidas generadas por los daños físicos en lugar de facilitar la mitigación o la adaptación nos aleja del origen del problema.

La COP27 también ha servido para incidir y prolongar la sombra del greenwashing bajo el argumento de que a pesar de los múltiples y variados compromisos climáticos, las emisiones de efecto invernadero siguen aumentando el doble del objetivo marcado por la ciencia y aceptado por casi todos los países del mundo desde que se aprobó el Acuerdo de París en 2015. Un debate que, en lugar de fomentar la alineación, las mejores prácticas y capitalizar los avances que se están dando en la industria financiera, se decidió abordar a través de un marco normativo más exigente y unos principios impulsados por el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas que, aun siendo muy razonables, pueden llegar a constreñir la voluntad de las empresas bien frenando su ambición o limitando su exposición pública

Sin embargo, más allá de las expectativas que se habían creado, de los acuerdos alcanzados y del escrutinio a los compromisos climáticos, lo que se esconde tras cada reunión son dos elementos que al darlos por hechos se minusvaloran a pesar de la relevancia que tienen para frenar los efectos adversos del cambio climático. El primero es que se cubran las expectativas o no, se progrese con más o menos ambición, año tras año se produce un avance consensuado entre multitud de países y empresas sobre el que ya no hay vuelta atrás, y esto es positivo porque en un mundo que todavía tiene una cierta dependencia del uso de combustibles fósiles, lo importante es trabajar para evitar los peores escenarios climáticos, lo que se reivindica al mantener la ambición de limitar el aumento de la temperatura global a 1.5ºC antes de final de siglo. La segunda característica es la fuerza de la colaboración púbico-privada y la convicción de que este problema lo debemos afrontar entre todos, por mucho que se señale al sector financiero como la palanca sobre la que debe girar la transición hacia una economía descarbonizada.

En este sentido, un símbolo que refleja el espíritu colaborativo ha sido el trabajo conjunto de tres países, Países Bajos, España y Alemania, convencidos de la importancia de reforzar los compromisos climáticos que, por su parte firmaron los principales bancos en estos países bajo el paraguas de los Principios de Banca Responsable y la Alianza Bancaria por Cero-Emisiones Netas, como una muestra de visibilidad y credibilidad. Unos compromisos que además facilitan el intercambio de mejores prácticas y crean un espacio de diálogo para debatir el grado de ambición y los desafíos en los que todavía debemos trabajar para avanzar a la velocidad que se nos exige. Unos compromisos que han servido para plantear una conferencia liderada por la Embajada de Países Bajos, y coordinada entre la asociación bancaria española y neerlandesa, con la colaboración de UNEP-FI, con la que se quería poner de manifiesto la importancia de los acuerdos climáticos como una señal de convicción y voluntad del sector financiero.

Es cierto que el modelo planteado por los Países Bajos, empujado desde la sociedad y con el apoyo constante del Gobierno para que las instituciones financieras se centren en el espacio que les corresponde para financiar esta transformación, contrasta con el enfoque español. En España, el sector financiero se eleva como el protagonista de esta transformación como demostró la voluntad del 95% de las entidades de crédito al adherirse al Acuerdo Colaborativo de Acción por el Clima o el 75% del capital bancario español al sumarse al Net-Zero Banking Alliance, lo que significa que todas las entidades deben compartir un mínimo conjunto de conocimientos para poder responder al complejo marco regulatorio y supervisor y, sobre todo, para definir sendas de reducción de emisiones alineadas con los 1.5ºC, con objetivos a corto, medio y largo plazo y planes detallados para el apoyo y asesoramiento de sus clientes. En cualquier caso, dos formas de entender esta transformación unidas por un mismo objetivo: contribuir con el intercambio de experiencias y mejores prácticas a la lucha contra el cambio climático en un momento en el que una regulación todavía incompleta, ofrece una elevada dosis de interpretación para avanzar en la dirección y a la velocidad deseada.

En definitiva, aunque la colaboración entre los Países Bajos y España en materia de finanzas sostenibles se remonta a la COP25 en Madrid, es ahora, cuando todavía reverberan los ecos de la COP27, el momento de extender nuestro marco de actuación y adoptar prácticas que nos permitan avanzar con más claridad y ambición. Promover un marco de diálogo entre el sector privado y el financiero, coordinado y avalado por el gobierno, como existe en los Países Bajos, propiciaría un avance muy significativo y tendría un efecto multiplicativo al compromiso que, por su parte, ya han declarado las entidades bajo el paraguas de los Principios de Banca Responsable y la adhesión al Net-Zero Banking Alliance.

Juan Carlos Delrieu, director de Sostenibilidad de la Asociación Española de Banca

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