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La educación financiera que quieren los jóvenes

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Un año más celebramos la semana de la educación financiera con la esperanza de que los jóvenes incorporen a su bagaje los conceptos económicos y financieros básicos para asegurar que se convierten en consumidores informados y responsables, preparados para dar los primeros pasos hacia la independencia financiera.

En España, como en otros muchos países de nuestro entorno, este esfuerzo se ha basado en dos grandes actuaciones. Por un lado, las campañas de sensibilización siguen siendo un instrumento utilizado por las autoridades nacionales para llegar a un amplio espectro de la población y, en ciertos casos, para alertar a los consumidores sobre los posibles riesgos ligados al uso de productos y servicios financieros, como, por ejemplo, los asociados al uso de criptomonedas. El Plan Nacional de Educación Financiera liderado por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores es un excelente exponente de este tipo de iniciativas. En paralelo, la educación financiera en España tiende a plantearse a través de una tradicional transmisión de conceptos básicos, casi siempre centrados en un marco teórico más que práctico o experimental. Sin embargo, los resultados de este doble enfoque, aunque meritorio, resultan limitados tanto en su desempeño como en su alcance.

A los programas de formación continua en conocimientos financieros se debería unir la tecnología como un aliado de la educación. Si algo hay que tener presente es la importancia de la tecnología en nuestra vida diaria y la necesidad de hacer un uso adecuado de ella para poder gestionar mejor nuestros recursos. Formarse en finanzas es una necesidad, nos protege frente a decisiones impulsivas y poco meditadas a las que nos puede llevar un mundo como el actual dominado por la inmediatez. Desarrollar habilidades no cognitivas, como controlar nuestros impulsos o postergar las recompensas, fomenta aptitudes y hábitos financieros responsables, ya que nos capacita para detectar sesgos de conducta que nos incitan a comportarnos como lo hace la mayoría de las personas de nuestro entorno, sin ningún criterio que lo justifique, o a darle más importancia a las decisiones a corto plazo que a la valoración de su impacto a largo plazo.

Frente a esta amalgama de alternativas posibles para hacer la educación financiera más efectiva en España, desde la AEB nos pareció interesante preguntarles a los estudiantes de economía y empresa de CUNEF, hasta hace nada adolescentes con escasos conocimientos en economía y finanzas, qué tipo de aprendizaje les hubiera gustado recibir para afrontar sus primeros años de madurez con un conocimiento más sólido en temas financieros. Para ello, a inicios de este año les planteamos un ejercicio experimental con resultados muy interesantes.

La mayoría de las más de 60 propuestas elaboradas por 250 alumnos consideraba clave el buen uso de la tecnología para que los adolescentes interioricen las nociones financieras básicas. Estos trabajos coincidían en que es necesario sacar el máximo partido de la tecnología con métodos de aproximación más flexibles, prácticos y menos teóricos, adaptados a las necesidades de cada colectivo, ya sean centennials o millenials o incluso más jóvenes.  El 40% de las ideas planteadas sugiere un aprendizaje basado en la toma de decisiones y sesgos de comportamiento utilizando herramientas de gamificación, y un 20% plantea el aprendizaje con métodos prácticos y experiencias reales, como visitas a empresas, o la creación de un club financiero, un ‘banco del colegio’ o la transformación de la biblioteca en una ‘Bolsa de Valores’.

En este ejercicio emergieron, además, dos elementos sorprendentes. A pesar de la popularidad e influencia de las redes sociales, las propuestas no reflejaban confianza en los influencers como vehículos de sensibilización (solo el 5 % de las ideas proponía este enfoque). También resultó llamativa, por el contrario, la confianza en la educación formal (33 % de las propuestas) siempre que se combinen materiales físicos y digitales, y se complementen con ejercicios prácticos y actividades en plataformas tecnológicas.

En definitiva, la experiencia nos mostró que más allá de la transmisión tradicional del conocimiento y de las campañas de sensibilización, es fundamental reformular los programas de educación financiera con actividades más innovadoras, un enfoque más moderno en nuevas tecnologías y nuevos materiales, atractivos, fáciles de usar y adaptados a cada grupo de edad que permitan una formación práctica en el manejo de sus recursos económicos.

Juan Carlos Delrieu y Conchita Morán Sangochian, Dirección de Estrategia y Sostenibilidad 

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